La conversación estaba siendo demasiado aburrida. Primero había empezado con las típicas conversaciones del clima, ¡ya sé que últimamente llueve demasiado, estamos en otoño! Luego, había seguido con conversaciones superfluas como el trabajo, él era un emprendedor de esos que quieren coger la cresta de la ola para surfear y no se dan cuenta de que están en el Mediterráneo, supongo que mi trabajo como gestora del departamento de ventas con varios países a mi cargo no le resultó muy interesante porque hasta se atrevió a darme consejos sobre cómo hacer que mis empleados rindiesen más. Luego, y ya puestos a hacer mansplaining, empezó a hablarme de las cervezas que estábamos pidiendo, el lúpulo y esas cosas que debería haber supuesto que tal vez sabría ya que había sido yo quien eligió el sitio donde quedar. Por fin llegó la conversación estrella: su ex, esa maldita hija de puta que según yo es una santa por haber aguantado a semejante neardental más de cinco años. Por supuesto él ya lo había superado, totalmente, y ahora se encontraba dispuesto a empezar otra relación, porque un mes y poco da suficiente tiempo como para repensarse, recomponerse y, sobre todo, darse cuenta de que los domingos solo son mucho más aburridos si uno está acostumbrado a la vida en pareja. Yo ya no sabía qué más hacer allí. Había examinado uno a uno los nombres graciosos que la brewery había puesto a cada una de las cervezas, también había jugado a adivinar quién de las otras mesas estaría teniendo una cita-Tinder, como yo. Y por último me percaté de algo totalmente inusual en este tipo de cervecerías: tenía máquina de café. Y la estaban usando… no sería capaz de… ¡sí, lo iba a hacer! Pedí un café. El tal Juan Carlos o José Carlos o José Alberto se sorprendió pero siguió inmerso relatándome sus historias de terror de relaciones pasadas. Por fin, la solución vino en taza: aquel caldo oscuro iba a sacarme de ahí, estaba totalmente dispuesta a fingir mi muerte por envenenamiento. Bueno puede que mi muerte no pero sí una diarrea descomunal o cualquier cosa, a fin de cuentas la gente tiene problemas gástricos por cualquier cosa: el café sería la mía.
La verdad es que me da penita, el pobre chico estuvo escribiéndome un par de veces, durante un par de semanas más hasta que se dio cuenta de que tal vez el café no había sido lo único que me sentó mal esa noche.
Palabra: vino en taza
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