Toda mi vida he vivido aquí, conozco a todo e mundo, sé donde ir a beber, a comer bien e incluso sé donde ir a conocer chicas…

Mi madre siempre me agobiaba con ese pensamiento de que la abandonaría aquí, de que mi felicidad era efímera ¡pero qué locuras! además, ¡como si pudiese! Me aterra pensar en la oscuridad de ahí fuera casi tanto como en las vías de escape de este sitio. Hay dos opciones, o intentar sobrevivir a la colisión contra una gran pared blanca que pocas veces se abre, o una vía de escape demasiado sucia y maloliente. Y no es que yo sea muy señorito como para temer a la muerte o no querer ensuciarme, es que me conformo con no optar a la felicidad plena. Tampoco es que nunca hubiese sentido curiosidad, pero nadie que se haya escapado ha vuelto a aparecer por aquí. Los optimistas dirán que el otro lado es demasiado bonito para volver, que aquello es el paraíso. ¡Sí, seguro! pero porque estás muerto, ¡la inseguridad, salir de tu zona de confort, menudo lujo! Y además, aquí dentro tenemos un mar de cosas que hacer. Por no hablar de la diversidad de seres, podría decir que estamos en un estómago cosmopolita.

Así que sí, digamos que vivo feliz aquí, en mi mundo… y quién sabe, tal vez algún día esta ballena se trague a mi medio pez.

Palabra: efímero