Era un mundo oscuro lleno de color. De color e historias que se iluminaban en la cabeza de cada ser viviente. Allí no se llamaban por el nombre, se llamaban por el trozo de algo que estaban dispuestos a retratar.

—¡Hola señor Garabato de Gato!

—¿Qué tal, señora Línea que nunca llegó a nada?

—Muy bien, ¿has visto a la señorita Stay Away?

La vida de estos seres solo se basaba en tratar de estar listos para el gran momento, ¡era el gran momento de la vida, su samsara! Y, mientras, se contentaban con pasear en un reducido y limitado mundo. Eran felices pues tenían definido cuál era su función vital, sabían su sentido, así que sin estrés, se limitaban a vivir el resto de sus tiempos. Todos eran inmortales hasta que se decidía lo contrario y nadie tenía descendencia, cosa que tampoco les agobiaba.

Un día, alguien decidió seleccionar a En un lugar de la Mancha y lo substrajo de ese amasijo negro llamado existencia hasta aquel entonces. De pronto se vio transportado a otro mundo mucho más blanco y claro en el que también podía ver a un gran señor del otro lado, ¡era el seleccionador! ¿o sería Dios? Aquel gran ser sobrenatural empezó a arrastrarlo sobre esa superficie para enunciar su trágico final y el sentido de su vida. Al contrario de lo que todos siempre decían, En un lugar de la Mancha siempre había tenido miedo de ser escrito, ¡pero ahora solo parecía una aventura más! además, estaba conociendo a muchas otras ideas que conviviría con él eternamente, ¡como De cuyo nombre no quiero acordarme! era muy simpático ese señor, ¡se alegró tanto de que el ser supremo los hubiese juntado para siempre! Se sentía divertido, ¡al final no iba estar tan mal esto de salir de su gota!