La mañana era mágica y el sol tranquilo
el día que te comiste un rosal.
Y ay, la lengua puntiaguda se te llenó de espinas líquidas
y dejaste de hablar
para escupir poemas atragantados
de flechas preciosas.
La mañana era mágica y el sol tranquilo
el día que te comiste un rosal.
Y ay, la lengua puntiaguda se te llenó de espinas líquidas
y dejaste de hablar
para escupir poemas atragantados
de flechas preciosas.
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